Introducción
La Teoría de la Agencia forma parte del universo de constructos del neoinstitucionalismo y la economía de las instituciones.
[1] La teoría de la agencia y la economía de las organizaciones en el neoinstitucionalismo
Los artículos clásicos de la teoría de la agencia son los de Alchian y Demsetz (1972) y de Jensen y Meckling (1976).
Estos artículos configuran el locus clásico del nacimiento de la teoría. Así definen Jensen y Meckling la relación entre el principal y el agente:
Nosotros definimos una relación de agencia como un contrato bajo el cual una o más personas (el principal) se involucra con otra distinta persona (el agente) para desempeñar algún servicio en su nombre que implica delegar alguna autoridad en la toma de decisiones al agente.(Jensen and Meckling, 1976, p. 308)
En el artículo original de Jensen y Meckling, la separación entre la propiedad y el control en las actuales corporaciones es el ejemplo paradigmático que ilustra la teoría: el agente (el gerente general, presidente o CEO) puede buscar sus propios incentivos en lugar de los del principal (los accionistas propietarios).
Sin embargo, los incentivos de cada una de las partes no coinciden; pueden desalinearse. El agente puede actuar con base en sus propios intereses y no con base en los intereses del principal. Si ambas partes de la relación son maximizadoras de utilidad, hay un buen motivo para creer que no siempre el agente actúa en el mejor de los intereses del principal (Jensen and Meckling, 1976, p. 308).
[1.1] Ejemplos que ilustran la teoría
[1.1.1] Ejemplo: Incentivos de los directivos vs. incentivos de los propietarios
Los incentivos de los directivos estuvieron determinados por el afán de remuneración a corto plazo expresado por vía de los precios de las acciones. Los incentivos de los presidentes quedaron desalineados en relación con los de los accionistas (los dueños de las acciones).
En el ejemplo de las hipotecas que condujo a la crisis inmobiliaria de agosto de 2007, a los bancos de inversión no les interesaba proteger las viviendas de los prestatarios ni el “control de calidad” de los activos que emitieron.
Una visión cortoplacista que actúe para colocar la empresa en un buen ranking del mercado bursátil puede incentivar al agente a publicar estados financieros falsos, a abusar de la contabilidad creativa y a dedicarse exclusivamente a tomar las acciones necesarias para que el precio de las acciones suba en el mercado; todo esto ocurre en detrimento del principal (de los propietarios de la compañía).
Este marco teórico también es aplicable sin ambigüedad alguna a los acontecimientos y problemas de la Gran Recesión (2007-2009) y de la crisis financiera mundial de septiembre de 2008.
[1.1.2] Ejemplo: Los inversionistas toman las decisiones en nombre de sus clientes (Stiglitz, 2010, p. 44.1)
La relación entre los inversionistas (los fondos de pensiones como “principales”) y los bancos de inversión como “agentes” (rendimiento empresarial a corto plazo) es otro de los ejemplos que usa Stiglitz (2010, pp. 44-45).
Los incentivos de los directivos giraban alrededor de la generación de comisiones que obtenían; y si sus salarios dependían del desempeño de la empresa (medido en términos de los precios de las acciones en el mercado de valores), entonces tenían el incentivo de usar la contabilidad creativa (y engañosa) para mostrar altas rentabilidades en detrimento del principal (los propietarios).
De hecho, muchos de los nuevos productos “innovadores” basados en las hipotecas tenían algunos factores cruciales en común: aunque puede que no ayudaran a los prestatarios a gestionar el riesgo, estaban diseñados para trasladar fuera del banco todo el riesgo posible, y para generar tantas comisiones como fuera posible, a menudo de unas formas de las que el prestatario no era nunca plenamente consciente.
Además, los productos estaban diseñados para eludir las restricciones normativas y contables que pudieran limitar el préstamo y la asunción de riesgos.
(énfasis añadidos, Stiglitz, 2010, p. 121)
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[1.1.3] Ejemplo: Los originadores de hipotecas (el agente) toman las decisiones en nombre de sus clientes (el principal)
Para Stiglitz, ¿cuál fue el incentivo de los originadores de las hipotecas? Su respuesta no es ambigua: la “cantidad de hipotecas originadas” y “no su calidad”, pues “[p]rodujeron ingentes cantidades de hipotecas basura” (Stiglitz, 2010, p. 45).
A los bancos les gusta echarle la culpa a los originadores de las hipotecas, pero un simple vistazo a las hipotecas habría revelado los riesgos relevantes inherentes. El hecho es que los banqueros no querían saber. Sus incentivos eran transmitir las hipotecas, y los títulos respaldados por hipotecas que estaban creando, lo más rápidamente posible.
(énfasis en el original, Stiglitz, 2010, p. 45)
Este ejemplo de problemas de agencia ilustra lo que ocurrió con los bancos de inversión (agentes), quienes maximizaron los beneficios a corto plazo desafiando las reglas de las finanzas (si se desean beneficios más altos, hay que pagar el precio con riesgos mucho más elevados) en detrimento de los principales (los fondos de pensiones y clientes que habían depositado no sólo su dinero, sino su confianza en esos bancos).
En estos casos los incentivos del principal y del agente se desalinean. Estas innovaciones de la ingeniería financiera produjeron “inversores miopes”, “se dejaron llevar por la euforia”, como por ejemplo los mecanismos de la redujeron titulización como “activos tóxicos” (Stiglitz, 2010, passim).
[1.2] Conclusiones de los tres ejemplos
Hay que observar que la teoría de la agencia es una evidencia que ilustra cómo los mercados pueden fallar (muestra cómo los fundamentalistas defensores del mercado se ven en problemas cuando ante estas fallas). Los defensores del mercado afirman que sus reglas y su funcionamiento implican premios a las firmas eficientes y castigos a las ineficientes (o corruptas).
Sin embargo, en el ejemplo de las crisis financieras se puede observar que el mercado no castigó, y “se supone que los mercados tienen que proveer esa disciplina” (Stiglitz, 2010, p. 44).
En consecuencia, las preguntas cruciales sobre la asimetría entre la teoría y la práctica fueron
- ¿Por qué a las compañías no les interesó perder su prestigio?
- ¿Por qué pensaron que podrían “salirse con las suyas”?
- ¿Por qué creyeron que podían “derrotar” al mercado?
La teoría de la agencia explicaría estas fallas: los agentes, representados por los bancos inversionistas tenían “su propia agenda”, fueron “miopes”. Dado que los inconvenientes de los excesivos riesgos no eran visibles, creyeron que podían tomar esas decisiones tan irresponsables y se dejaron llevar por la euforia, digamos que “se engañaron a sí mismos, así como engañaron a quienes compraban sus productos” (Stiglitz, 2010, p. 45).
Estos son los motivos por los cuales, cuando se afirma que el mercado no funcionó, se puede revisar esta teoría para ilustrar las fallas del mercado.
Este comportamiento fue en la dirección contraria del mercado, pues impidió que el mercado corrigiera las conductas, que castigara la ineficiencia de las empresas, que las disciplinara, que sus prestigios quedaran impunes. Por eso, se basaron en la creencia de que ellos podían “batir” al mercado.
En el campo de la salud también hay innumerables ejemplos. Hay algunas pistas de desalineación de incentivos entre el paciente (el principal) y el doctor que podrían expandirse; o entre las EPS (Entidades Promotoras de Salud en Colombia) y las IPS (Instituciones Prestadoras de Salud en Colombia, el agente); en las decisiones entre las cesáreas vs. el parto natural; en las decisiones sobre tiroides con nódulos y las EPS que se niegan a operar porque no hay cáncer (ahorran dinero), el ejemplo del uso del Tamsulin (para evitar una costosa cirugía) vs. cirugía (que es más costosa).
[2] Algunas advertencias sobre el uso de esta teoría
Para una interesante evaluación de los usos y abusos de la teoría, véase el artículo de Heath (2009), titulado “Los usos y abusos de la teoría de la agencia”.
Según Heath, hay dos peligros en el uso de la teoría.
En primer lugar, pareciera que se podría usar la teoría de la agencia como una operacionalización de la idea de que en las empresas lo que rige es una especie de “escepticismo moral”. Pareciera que de la identificación de una desalineación de incentivos entre el agente y el principal, deberíamos inferir que hay muy pocas empresas en las que existen “reglas morales genuinas”. No. para el autor, hay formas de “cooperación mutuamente beneficiosas”.
En segundo lugar, que las personas son mucho más “morales” de lo que “a veces tendemos a creer” (p. 522).
[3] Referencias
Alchian, Armen, and Harold Demsetz [1972]. “Production, information costs, and economic organization.” American Economic Review, LXII, 5 (December, 1972), pp. 777-795.
Heath, Joseph [2009]. “The Uses and Abuses of Agency Theory.” Business Ethics Quarterly, 19, 4 (October, 2009), pp. 497-528. Fecha de consulta: 14 de julio de 2023.
Jensen, C. Michael and William H. Meckling [1976]. “Theory of the firm: Managerial behavior, agency costs and ownership structure.” Journal of Financial Economics, 3, 4 (October, 1976), pp. 305-360.
Stiglitz, Joseph E. [2010]. Caída libre: El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Traducción de Alejandro Pradera y Núria Petit. México, D. F.: Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. y Taurus (Pensamiento), 423 pp. [Edición original en inglés, 2010].