Como a toda teoría, al neoinstitucionalismo le sirve la famosa cita de Arnold Toynbee sobre la definición de la historia como “una maldita cosa tras otra”. Toynbee enfatizó no tanto los desafíos de la inmensidad de los pormenores particulares como la necesidad de explicarlos desde enunciados generales.
Dado que en la historia económica confluyen la historia y la economía, ahora hay dos angustias: [1] las eternas especificidades de la historia y [2] la apremiante necesidad de subsumirlas a los constructos teóricos de la economía.
El neoinstitucionalismo comparte tanto la necesidad de Toynbee como el principio epistemológico de que hay que explicar los hechos económicos desde la teoría económica. Ya no hay hechos históricos “silvestres”; todos deben ser representados por constructos teóricos apropiados.
En su versión corta, el término “instituciones” debe entenderse tal como Douglass North, premio Nobel en Ciencias Económicas en 1993 (compartido con Robert Fogel), designó el concepto en su teoría calificada como neoinstitucionalismo e incorporó otros de la moderna economía de las organizaciones: como reglas de juego que rigen una sociedad.
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North nos legó toda una red de constructos, ideas y argumentos que terminaron configurando lo que se conoce como neoinstitucionalismo. Un inventario de ellos incluye no solo la médula de los suyos propios, sino la estructura y la forma como articuló las contribuciones de la economía de las organizaciones en las que se ancló.
Gracias a sus lecciones, nos deleitamos con su rigor y aprendemos a observar hechos económicos particulares desde nuevos puntos de vista. Con los infinitos recursos de sus textos, hizo asequibles nuevos hechos que habían pasado desapercibidos y proporcionó una magnífica clarividencia.
Esta forma de observar los hechos económicos y políticos de las sociedades ya ha producido ocho premios Nobel en Economía desde 1991 (Ronald Coase, 1991; Douglass North y Robert Fogel, 1993; James Mirrlees y William Vickrey, 1996; George Akerlof, Michael Spence y Josef Stiglitz, 2001; Oliver Williamson, 2009; Eugene Fama, 2013; Bengt Holmström y Oliver Hart, 2016) y Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson en octubre de 2024.
Ellos han renovado la investigación sobre la historia económica, han ajustado la teoría económica hacia nuevos enfoques y han usado nuevos métodos cuantitativos y cualitativos con el propósito de explicar los cambios económicos e institucionales.
Enfocarse en el examen de esta teoría como reglas de juego implica aplicar una visión mucho más amplia que la circunscrita únicamente a la teoría económica convencional, pues permite incorporar el estudio de las limitaciones formales, las informales y los mecanismos de coerción presentes en todo aspecto de la vida social.
El enfoque puede aplicarse a problemas relacionados con el petróleo, con los impuestos, con las políticas monetarias, la educación o la salud. Además, contribuye con la formación profesional y personal de los estudiantes, permite desarrollar su creatividad, la innovación de la interpretación, la generación de conocimientos nuevos y la contribución al estudio de nuevos escenarios para el futuro de la salud.
Uno de los conceptos cruciales de este enfoque es el de «marco institucional». Para una investigación de este tipo, habría que examinar [1] las «limitaciones formales», [2] las «limitaciones informales» y [3] los «mecanismos de coerción».
Entre otras contribuciones, los principales componentes teóricos para explicar, evaluar e interpretar el proceso económico y las reglas de juego estarán enmarcados por los desarrollos alrededor de los trabajos de Douglass North (2007, 2005, 2000, 1997, 1994, 1994a, 1993, 1993a, 1993b, 1992, 1991, 1990, 1989, 1989a, 1987, 1986, 1984, 1984a, 1984b, 1983, 1982, 1981, 1978, 1978a, 1974, 1971, 1968, 1968a, 1966, 1965, 1953, 1963, 1962, 1961, 1959, 1958, 1956, 1956a, 1956b, 1955; North y Thomas, 1973; Davis y North, 1970) y por otros constructos de la economía de las organizaciones en la clásica compilación de Williamson et al. (eds., 1993). Ver algunas publicaciones sobre Douglass North y la economía de las organizaciones.
También es importante examinar el papel de los costos de transacción (Coase, 1937), de la teoría de los contratos incompletos, de la asimetría de información (Akerlof, 1970) y de los derechos de propiedad tales como los de Hayek (1945), Fama and Jensen (1983), Barzel (1981, 1997), Hansmann (1988, 1996), y Minkler (1993); por los “nexos de contratos” de Jensen y Meckling (1995) y por el trabajo de Savage and Robertson (1998). Estos constructos se integran con facilidad en el marco teórico del neoinstitucionalismo.
Esta visión de la moderna economía del neoinstitucionalismo ha incorporado otros constructos de la economía de las organizaciones como el enfoque de los derechos de propiedad y tradiciones contractuales de los hoy clásicos estudios de Demsetz (1967, 1995 y 1998), de Alchian y Demsetz (1972), y por los modernos enfoques de los derechos de propiedad como los de Grossman and Hart (1986).
Se incluyen los estudios de Hart y Moore (1990, 1999), Hart (1995, 1989, 1988); Hansmann (1988, 1996); y, entre muchos otros, los sistemáticos trabajos de Richard Langlois (2001, 2002, 2004), Langlois y Robertson (1989, 1992, 1995, 1996), Langlois et al. (1994), Langlois and Steinmueller (1999) y Langlois and Foss (1999).
[1] El cambio económico en el neoinstitucionalismo
Como toda teoría, la función indagadora de la de North es la de “equiparnos para observarlos”. ¿Qué nos enseña a observar? ¿Cuáles son los aspectos de la realidad que devienen objeto de estudio en esta teoría? ¿Qué nos revela? La primera respuesta es obvia y se refiere a los cimientos: al cambio económico.
El mundo económico observado por el neoinstitucionalismo es uno lleno de incertidumbre, de cambios incesantes y de evolución permanente de nuevas formas de hacer las cosas. La realidad, tozuda como siempre, no está conformada solo por agentes racionales (perfectos) que se mueven en mundos estáticos, atemporales, no intencionales y sin fricciones.
En la vida económica estudiada por esta teoría hay alusiones equívocas, infatigables errores e ineficiencias permanentes; con mucha frecuencia, los agentes económicos no saben qué hacer y las instituciones se enfrentan constantemente a hechos inéditos, cambiantes y desafiantes. La teoría pone orden en medio del trasiego y no es casual que se haya vuelto dominante en la historia económica.
[2] El neoinstitucionalismo en relación con la eficiencia y persistencia de instituciones ineficientes (también mediocres)
Hay un postulado importante en esta visión: lo que hay explicar en un estudio particular no es solo la evolución hacia instituciones más eficientes, sino (de manera paralela) la persistencia de instituciones ineficientes.
A diferencia del enfoque ortodoxo neoclásico en el que los agentes económicos son considerados como perfectos y racionales, lo que observamos en la realidad son decisiones no siempre racionales; son decisiones con una racionalidad limitada (Simon) e instituciones ineficientes (e incluso mediocres).
Por ser parte integrante de la realidad económica, esta persistencia de la ineficiencia debe ser objeto de estudio, pues afecta el desempeño económico de un país y contribuye a explicar el desempeño diferencial entre los países.
No hay que buscar muy lejos para identificar la persistencia de la mediocridad de las instituciones, pues basta con examinar las reglas de juego instauradas por el chavismo en Venezuela desde1999. Le mediocridad, y no únicamente el desempeño de agentes económicos racionales, se estudia de manera sistemática desde el neoinstitucionalismo y la economía de las organizaciones.
Como es conocido, en el periodo anterior a la obra de North de 1981, en su teoría, cuando se quería explicar el estancamiento a largo plazo de organizaciones o sociedades enteras o la poca importancia de la organización económica, se aplicaba la teoría evolutiva darwiniana. Este enfoque estaba en correspondencia con el de Alchian (1950), quien ofreció esa hipótesis evolutiva a la economía: la competencia sería la responsable de explicar la sobrevivencia de las mejores instituciones y, en consecuencia, la desaparición de las ineficientes.
El libro de 1981 de (Structure and Change in Economic History) Douglass North (1981) representó un giro crucial en su trayectoria intelectual, pues abandonó el enfoque evolutivo aplicado a la sobrevivencia de las instituciones eficientes y lo reemplazó por el enfoque de la persistencia de las instituciones ineficientes o, al menos, de la coexistencia con las eficientes. Aparte de sus propias ideas, North incorporó a su enfoque un vasto arsenal de las más representativas de la economía de las organizaciones.
En 1990 publicó el libro titulado Instituciones, Cambio Institucional y Desempeño Económico (traducido al español en 1993) con la innovación sistemática sobre la persistencia de las instituciones ineficientes (y mediocres, para nuestros propósitos).
Una investigación de una historia económica exige los constructos que deberían tenerse en cuenta si se quisiera aplicar un enfoque neoinstitucional. También será necesario examinar los vacíos de otras aplicaciones rivales.
Aunque sin salirse de la ortodoxia (como sí lo hicieron Nelson y Winter 1982), Milton Friedman (1953) propuso una teoría evolutiva, pero únicamente en relación con las firmas. En seguida, North y Thomas (1973) prosiguieron consolidando el enfoque, con la diferencia de que esta vez ellos no lo aplicaron a las firmas sino a las instituciones.
La explicación del desempeño económico descansaría en las instituciones y, de estas, solo sobrevivirían aquellas eficientes. Posteriormente, Nelson y Winter (1982) reforzaron aún más el enfoque e introdujeron el concepto de rutinas como fundamento de la estructura de las organizaciones y del crecimiento económico (“las rutinas en general desempeñan el papel de genes en nuestra teoría evolutiva”, 1982, p. 400 y “[e]l apoyo a nuestro énfasis analítico de este tipo de evolución por la selección natural es el punto de vista de ‘la genética organizacional’”, p. 9).
Douglass North se dio cuenta de su error “evolutivo” en su famoso libro Estructura y cambio en la historia económica (1984, edición original en inglés: 1981) y, con su integridad intelectual, se vio forzado a abandonar el punto de vista de la eficiencia de las instituciones.
El problema con la tesis de la sobrevivencia de las instituciones eficientes era que, si la aplicación de la teoría evolutiva fuera válida, entonces, en la realidad, no observaríamos instituciones ineficientes, pues la selección las eliminaría.
[3] Referencias
Akerlof, George A. [1970]. “The market of ‘lemons’: Quality uncertainty and the market mechanism.” The Quarterly Journal of Economics, 84, 3 (August, 1970), pp. 488-50.
Alchian, Armen, and Harold Demsetz [1972]. “Production, information costs, and economic organization.” American Economic Review, LXII, 5 (December, 1972), pp. 777-795.
Jensen, C. Michael and William H. Meckling [1976]. “Theory of the firm: Managerial behavior, agency costs and ownership structure.” Journal of Financial Economics, 3, 4 (October, 1976), pp. 305-360.
Stiglitz, Joseph E. [2010]. Caída libre: El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. Traducción de Alejandro Pradera y Núria Petit. México, D. F.: Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. y Taurus (Pensamiento), 423 pp. [Edición original en inglés, 2010].